Los romanos también la consideraban como una panacea, buena para todo. No en vano, salvia procede de la palabra latina salvare (curar).
La hoja de salvia es rica en flavonoides. Su alto contenido en aceite esencial le confiere una aromática fragancia. La salvia es colerética (aumente la secreción de bilis).
Además, ejerce una acción relajante y antiespasmódica sobre los músculos del estómago y los intestinos. Su aceite esencial es antiséptico.
Estas propiedades le son muy útiles en el tratamiento de los problemas digestivos (digestión lenta y difícil, hinchazón, flatulencias, eructos...).
Retrasa las fermentaciones intestinales y los desarrollos microbianos que pueden causar infecciones en el intestino. La salvia contiene sustancias de acción estrogénica, utilizadas en los trastornos de la menstruación (reglas dolorosas, irregulares, sofocos de la menopausia).
Su aceite esencial actúa sobre las glándulas sudoríparas, disminuyendo la formación de sudor.
La salvia también puede usarse externamente. Posee propiedades antisépticas por lo que es útil aplicar una toalla que previamente ha sido mojada con una infusión de salvia sobre las picadas de insectos y cortaduras leves en la piel. También es útil en casos de gingivitis (inflamación de las encías) y aftas bucales.
Cuando es consumida regularmente la salvia ayuda a reducir los niveles de azúcar en la sangre de personas diabéticas.
Un té de salvia se puede preparar por el método conocido como infusión usando tres o cuatro hojas por cada taza de agua. En el caso de niños y personas de edad avanzada se deben usar menos hojas o añadir más agua para lograr un te menos fuerte.
Las hojas se colocan en un recipiente que pueda ser cerrado. Se hierve el agua, se echa sobre las hojas y se cierra el envase. Se deja durante unos diez minutos. Se pueden tomar tres o cuatro tazas diarias de este té. Usado en forma de gárgaras ayuda a aliviar la tos de los fumadores y el picor de garganta.
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