La creación de un grupo de científicos franceses garantizará la vida de quienes sufren un infarto o no tienen acceso a un corazón humano.
Quince años de investigaciones y un presupuesto de 55 millones de euros fueron necesarios para el desarrollo de uno de los avances médicos más prometedores de este siglo. Se trata de la fabricación de un corazón artificial, que por primera vez resuelve las falencias de las prótesis cardíacas y que busca convertirse en una alternativa para aquellas personas que esperan durante meses, en condiciones críticas de salud, que aparezca un donante que los devuelva a la vida.
Alain Carpentier, un reconocido cardiólogo en el ámbito mundial del hospital Georges Pompidou de París (Francia), es quien lidera el grupo de científicos que desarrolló este prometedor invento que ya fue probado en animales, sobre todo en vacas, y mediante simulación digital. Para garantizar su funcionamiento dentro del organismo de los seres humanos y evitar que sea rechazado o que pueda presentar fallas como ha ocurrido en experimentos realizados anteriormente por laboratorios asiáticos y estadounidenses, este corazón artificial fue elaborado con materiales biológicos (tejidos animales químicamente tratados) que Carpentier ya había empleado en válvulas cardíacas que elaboró hace varios años y que actualmente se utilizan en hospitales y centros médicos de todo el mundo.
De esta forma se previene la formación de coágulos que multiplican el riesgo de accidentes cardiovasculares, que se pueden generar si la sangre entra en contacto con materiales que no sean naturales, lo cual ha causado el fracaso de varias prótesis cardíacas. Así lo explicó el científico durante una rueda de prensa que se realizó ayer en París para dar a conocer la noticia de este avance médico a la opinión pública.
Y agregó que los corazones artificiales que se han desarrollado en el pasado no funcionaron porque no regulaban de forma automática la actividad cardíaca, la cual está sujeta a cambios de acuerdo con el movimiento de la persona. Mientras que el corazón que creó junto con su grupo de investigación está dotado de captores electrónicos y de un complejo sistema electromecánico que detecta la posición en la que se encuentra el paciente (de pie, sentado o acostado) y la presión venosa y arterial, gracias a lo cual está en la capacidad de adaptar la frecuencia cardíaca a diferentes situaciones.
“Nuestro propósito es que el paciente que lleve este corazón pueda incluso correr sin tener que preocuparse por regular la prótesis”, explicó Carpentier.
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